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Bienvenidos a la noche vacía, diáfana como un sueño y pesada como el pecado... confusión entre vida y muerte
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domingo, 7 de julio de 2013

Los días sin nombre




Como la aguja en el pajar están presentes,
llamados a quemar la molesta soberbia
de un licenciado dando clase en un aula oscura,
a borrar a la gente que vive al otro lado del sol.

Los días sin nombre son aburridos
sin quién los ame, ni quién los mire.
Con frío, con hambre,
sin rostro y sin brazos.

Una tarde más metido en la vejez
de mis manos.
Empuñando el viento
hasta que deje de entrarme en los huesos.

Resbala mi suerte por la calle mojada,
se inclinan mis pasos a buscar en la nada,
ruinas del futuro atrapadas en las
lenguas de los perros vagabundos.

Apenas la vida acaricia mis hombros
cuando ya la muerte me tiene
sentado en sus piernas.
Miro pues al cielo a esperarlo,
que me lleve a él, o que baje hasta aquí.
Encuentro nubes atravesadas
en mis ojos, secretos que nunca te dije
ni con palabras ni con miradas.


Las almas vomitan en sacos rotos
hediondas heridas que preñan la tierra
Las lunas hacen música
y mi canto se deja escuchar entre la hierba.


Los días sin nombre dan flojera.
No son ni en lunes, ni en martes,
más bien, entre miércoles y viernes,
pero nunca en jueves y descansan en sábados y domingos.

Para la mayoría son inútiles, ni existen siquiera.
Sin embargo son, para mí, los únicos
días en los que puedo decir que existo.

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