Hagan ruido y que nada les
importe.
Que la vida está festejando su
venida.
Entreguen la luna al fuego.
Denle de beber a los fantasmas.
Que la fuga de la mente se haga
oro entre las manos
necesitadas.
Denle luz al hombre perdido,
contraigan sus gargantas y
regalen
el grito que les deje mejor parados.
Hagan ruido. No hace falta
mucho.
No hace falta perder más, no
queda mucho
qué perder.
Sueños sobran y son pocos los
compradores.
Hagan ruido. Sobra cielo y
sobra el vino.
Falta una mejor vida, falta el
amor al prójimo.
Besen las oraciones en la boca
de los santos y
sacrifiquen un cordero a Dios
eterno.
Hagan ruido, no se callen.
No importa que estén durmiendo
los niños.
Háganlo por ellos,
despiértenlos,
despierten ustedes con ellos.
Ignoren las palabras perdidas,
las frases siempre escuchadas.
Para nada sirven, para nada
valen.
¡Hagan ruido!
No sea teflón la historia, no
sea
un adorno en la calle la
esperanza.
Marchen al soldado sus pies, su
arma.
Dejen caer en sus ojos las
mentiras,
desayunen siempre su mirada,
pregúntense qué quieren.
Abrácense a lo cierto. ¡Rómpanse la uñas!
Pateen a los traidores,
estrechen la mano del bienhechor.
Compartan su cena, compartan el
tiempo.
Beban de su vino y entierren a
sus muertos.
Porque después de todo, fueron
seis duros años…