Bienvenidos

Bienvenidos a la noche vacía, diáfana como un sueño y pesada como el pecado... confusión entre vida y muerte
...

lunes, 2 de junio de 2014

Para no morir



Esta forma de mecerme por los días,
de tomar vientos cruzados
sin tener que derrumbarme
ante ninguno.

De pasearme por los tiempos,
por las hojas coronadas
con historias que no cuento,
sino vivo.

Este cambio en mi estructura,
en que alas donde brazos,
en que carne donde piedra,
y ojos donde barro.

Esta fuerza en las entrañas
desquiciando mi garganta,
tensándome las manos, que
se baten empuñadas
sobre el rostro sorprendido
de la indiferencia.

Vivo a muerte en estas  líneas
para besar amaneceres
que no estarán sobre mis cielos;
para cantarte a ti que no me escuchas.

Estas ganas de abrazar la vida,
la música infinita de tu pecho,
la cintura virgen de la poesía;
de penetrar su tierra, de germinarla,
de devolverte a ti los frutos
que en mí maduró.

Esta memoria que te pondrá –a tu manera-
como mi favorito; como la mejor.
Te escribo de Dios para que sepas
que lo hubo, que sus manos fueron
las que te despertaron.

Hablo a mi tiempo y bajo mi cielo
de la luz, de la palabra, de ti,
padre, madre, hermano, amiga;
hablo del amor, para que no se pierda,
para que no me olvides,
porque no quiero alejarme.

Te escribo para no morir
antes de haber vivido…



jueves, 22 de mayo de 2014

Akasha


Cuéntame de mí.
Algo que quizás no sepa.
Lo que no quiera ver, lo que sí,
lo que ni yo debería ignorar.

Dime si floto al vacío,
si me elevo en mi figura
como globo vivo que explora el aire.
Dime a donde te llevan mis palabras.

Cuéntame cómo no debo amarte.
Mírame y dime que no puedo amarte
sin el trozo de papel en que has vivido.
Aviéntame a la luz de la que huyo.

Pícame donde más me duela,
muérdeme donde más me excite,
pon tu silueta junto a la mía,
que vive acechada por el infierno.

Descúbreme los cielos de tu pecho,
escúrreme tu nombre en la garganta,
trepa mi existencia, destruye mi silencio.
Vente a mí; vente en mí.

Deja que los vientos se adelgacen.
Méteme en tu cuerpo hasta que mire con tus ojos.
Cuéntame de todo; cuéntame de ti y de mí:
háblame de la vida...






martes, 13 de mayo de 2014

Debimos...




Debimos dejarnos
las lenguas envainadas,
antes que vestirnos
con sombras asesinas.

Teníamos que emplearlas
en lamernos el sexo,
antes que la soledad
lo hiciera por nosotros.

Debimos devolverle
el cielo a Dios,
porque tú y yo no supimos
cómo trabajarlo:

No sembramos.
No cosechamos ni un fruto dulce...
ahí sigue el puto cielo;
descompuesto, goteando,
¡chorreando aun nuestras lágrimas!

Debimos dejarnos los huesos
bajo la piel, antes que
el diablo los arrancara
para armar, con ellos, marionetas.

Teníamos que vernos desnudos,
teníamos que desnudarnos los ojos para vernos,
para tocarnos,
para no tocar los días, ni las noches.

Debimos curar el cielo,
secar las lágrimas, coser la piel,
besar las cicatrices,
desarmarnos, cortar las cuerdas.

Debimos.
    Debimos...


sábado, 25 de enero de 2014

Poema de medianoche para la que falta en mi cama



Para la que se fue sin pies y sin ropa.
La que no pidió permiso para irse
y se fue masticando un trozo del corazón que
nunca dejó pagado.

Sólo era espuma sobre el café del desayuno,
sólo era agua bajo las flores frente a mi cristo.
Le puse un altar mientras se desnudaba,
toqué las campanas del cielo entre sus senos.

Cantó su silueta tras la ventana baladas de cera,
lamentos de amor retrepado en la azotea,
metido en bolsas negras que le protegieran del sol.

Lo último que vi fue su espalda recta descender por la escalera.
Se me hizo añejo el tiempo pensándola en el vestido oscuro de la noche anterior.
Era bella, la más bella, pues era mía.

Se fue derritiéndose la mirada, caminó entre la hierba,
se hizo de noche, sin aroma, sin tacto, sin el cielo que vivía en sus ojos.
Ahora es sólo una nube mordida derramando el agua de su orgullo…

Poema de media noche para la que falta en mi cama,
para la que amo a muerte, aunque no lo sepa,
aunque no lo necesite, aunque no me extrañe.



Me muero, te mueres




Queda de mí
un poco aun.

Mis manos
llenas de ausencia
te saben bien
de día y de noche.

Te rozan fuerte,
te recortan
de las sombras.

Te visten
de eternidad,
te tallan en luz,
te sujetan a la vida.

Mis ojos
ciegos de ti
se guardan en
esperanza,
se marchitan bajo
tu sombra,
se relamen
contra los años.

Rehusan a abrirse
por soñarte.

Mi rostro
ajado e insomne
se yergue
sobre mis hombros
sin tus brazos.

Pregunta
a quién pertenece,
reclama un atisbo,
un gesto, un pellizco;
cualquier cosa
que le diga que vive.

Es piedra, es silencio.

Es pan
olisqueado y dejado.
Es barro tallado sin forma,
es  muerte pintada
¡y qué fresca la tinta¡

Mi vida
rota por todas partes
se esconde entre tus piernas.
Se eleva por tus senos,
se seca de a poco
en tus manos.

Se tiende en tus labios,
rueda por tu cuello
y retoma su ciclo,
agonizante.

Muero por ti…

Me muero en mis manos,
                     en tus manos.
Me muero en mi rostro,
                      en tus senos.

¡Me muero!
te mueres conmigo,
estás dentro,
eres algo más de mí:

como un corazón
enfermo,
como un pulmón
que no sabe respirar.