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Bienvenidos a la noche vacía, diáfana como un sueño y pesada como el pecado... confusión entre vida y muerte
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domingo, 7 de julio de 2013

A mi princesa le gusta





A mi princesa le gusta que la abrace de noche
sobre el colchón que se van comiendo las chinches.

No lleva en el pecho una rosa como todas, sino las espinas
que esculpen día a día los pechos que me acunan.

A mi princesa le gusta que la toquen mis manos de ángel
que cubren cual guante mis garras de diablo.

A mi princesa le gusta que la bese, que muerda
sus labios y que regrese satisfecho a casa.

No es que haya despedidas, es que besarla
significa perderse donde el viento nace.

Mi princesa se pega a mi cuerpo buscando robarme calor,
sin saber que ya antes yo se lo había robado a ella.

A mi princesa le gusta hacer el amor sin prisa,
sin adornos, sin silencios, ni destinos.

No es que haya poco amor, ni que se acabe.
Es que al amor hay que llamarlo a todas horas
y bien fuerte para que se reinvente a sí mismo.

Mi princesa parece ser Dios superado con los siglos;
es bello, perfecto; es hermoso y eterno.
Sin duda, el mejor dios de todos los tiempos.

Pero ella  no es santa, ni huele a incienso; es sólo mujer:
mi mujer y huele a la vida.





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