Deja de mirarme ya con esa
tristeza a la que llamas vida.
Tu alma rancia y tu aliento
fétido me causan pena.
Deja de parpadear que te has
quedado sin ojos por tanto alcohol.
Has barrido tu piel en caídas,
en golpes y golpes.
Ya ni te sobes, de la muerte no
has de pasar.
Acaba de amanecer, dime qué
harás ahora.
Otra vez a buscar el refugio
bajo las cobijas.
Otra vez a relamerte los labios
pensando en ella.
Ya tiempo no tienes sino para
vivir del recuerdo.
Dime ahora que tienes frío.
Grita que te sientes mal para
comenzar a golpearte a gusto,
cínico animal.
Eres un espanto, un fantasma.
Tienes la mirada confundida
entre ansiedad y dolor.
Parece que te abrazas del aire,
¿por qué no simplemente caes muerto?
¿Que Dios te ama aun así?
Vaya anestesiante, ¡Qué
pretexto más vil para seguir estorbando!
Las arañas te han comido la
razón.
Ciego amante de la angustia.
Débil títere de la voluntad
perdida.
Te entregas al ahora sin pensar
en el mañana
Pero cierto es que el mañana
para nadie es seguro.
Buenas ideas las tuyas cuando
te levantas temprano,
te bañas, te afeitas. Pareces
vivir de nuevo.
Juegas con los niños, abrazas a
tu madre.
Has encontrado empleo, tienes
ropa nueva, brilla tu semblante.
No sé de dónde sacas fuerzas,
ni quién te favorece tanto.
Es más, ni siquiera sé en lo
que crees, a veces eres tan raro.
Pareces tener alas cada vez que
lo deseas, vas volando de aquí a allá.
No sé qué vaya a pasar contigo
mañana, pero después de todo,
comienzo a creerlo; parece que
Dios te ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario