Mitad demonios y mitad hombres
al acecho de la vida que se
oculta bajo
el aro oscuro de la luna.
La carrera en el camino largo
a lo impalpable.
Todos hemos ido por las
invertidas alas
del deseo latente.
¡Todos hemos arañado con los
dientes
esa piel rosada de victoria!
Vueltos brisa al amparo del
viento
redimimos nuestros actos y
rezamos para que las miradas
de la virgen no se caigan.
Para que ojos y razón
se mantengan donde deben.
Quemamos las cruces vencidas
por la fe
y adornamos otras: más grandes,
más fuertes.
Nos clavamos veladoras en
el pecho
para llevar el corazón bien
iluminado.
Guardamos tierra en los
puños,
sembramos sudor y piel,
extendemos campos de luna
donde jugarán los niños que una
vez fuimos.
Y finalmente, antes del
nacimiento
veremos colmillos y garras caer
a la ausencia de luz, de donde
serán tomados por alguien más
para continuar el ciclo de Dios.