Bailabas para mí sin darte cuenta
Yo iba dispuesto a olvidarte y te encontré
Saliste de mi pensamiento y no quisiste correr a esconderte,
te quedaste ahí tan callada, tan indiferente que me arrepentí de haberte liberado
Era tu cara, tu piel, también el cabello rojizo desteñido,
la mirada tranquila encajada en tu rostro de diamante;
aquél que tantas veces soñé hundido en mi pecho,
los labios alargados por esa sonrisa de reptil brillando junto al sol y
tu tenue voz suplicante, chillona sonando doliente
Estabas en tu mejor noche, descalza y flotando
Llegó tu perfume a mí y comencé a imaginar que pedías rodar por mis brazos,
que tus piernas se rendían ante mi pobre y limitada técnica de salsa,
que nos fugábamos de ese bar después del primer beso
Llegamos a la habitación de algún hotel que pagué con quién sabe qué dinero,
nos tumbamos en la suave cama para recién casados,
comencé a besarte con demencia, con la desesperación de quien prueba lo que siempre esperó
Un trago de champagne y veinte más de tu saliva altamente embriagante
al tiempo en que caía tu vestido llegó el mesero a interrumpir la mejor parte
Me ofreció un tequila que no dudé en aceptar
Después no sé qué pasó; si me perdí en el baño o me distraje en el escote de la rubia lesbiana que besaba a su amiga de la mesa contigua. No sé si el sueño me venció sin que te despidieras.
Cuando te busqué, sólo encontré la alfombra sin tus zapatos plateados
Ni tú ni tu compañero de baile, ni el viejo que pagó la cuenta estaban ya
Se había ido el color morado de tus uñas artificiales
Se había marchado quien usaba tu mirada bajo un distinto nombre…
Te vi mientras miraba a alguien más, mientras tu amor se me escapaba de nuevo
brincando por los pasillos escolares, por el humo de tu cigarro mentolado
Pedí la hora y me trajeron la cuenta, —Joven, ya vamos a cerrar—
Respiré tu perfume y sonreí, caminé unas cuantas cuadras y me perdí por la noche
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